martes, 18 de marzo de 2008
Auf der anderen seite
La luz de Turquía se filtra y permea, absolutamente, toda la pantalla, es decir, toda la película, evidentemente la recién estrenada en Madrid y por ahora última película de Fatih Akin, que desde aquí algo más que recomendamos ir a ver. No tengo sin embargo del todo claro que el guión, a pesar de ser premiado, sea lo mejor de la película, un guión trabado en torno a un juego de vidas cruzadas efectivo pero en algún momento, para mi, demasiado forzado, como si las cosas ocurrieran demasiado deprisa, y con una previsibilidad si necesaria, demasiado inmediata. Esto queda en cambio demolido por la profunda construcción de los personajes, que si a veces se les hace actuar como arquetipos, como ejemplos ilustrativos, estos en seguida se revelan contra ello, y muestran toda la complejidad de la vida humana, y lo hacen además con un exquisita economía de medios, apenas con un gesto. Si las situaciones se imponen con excesiva inverosimilutud, sin embargo el resultado es el contrario: la vida se desprende de cada matiz en la peripecia de unos personajes abandonados a sí mismos, en ese otro lado de sus propias vidas que, por lo mismo, les permite descubrir su propio lado. JV
sábado, 8 de marzo de 2008
trio
Me interesa pensar en la forma no como la limitación, sino precisamente como el marco, el entorno en que aparece la forma. Me parece muy claro esto cuando pensamos en el trio de jazz tal y como lo conocemos despues de Evans/LaFaro/Motian, y especialmente si pensamos en el Stardards trio de Jarret/Peacock/DeJohnette: la forma, es decir, el trio de piano/contrabajo/batería (listados, curiosamente siempre en ese orden), provee un marco, es decir, establece un lugar común en el que los tres integrantes se encuentran y juegan, dilatando, traspasando sin romper este marco (un lugar similar al que surge cuando se coloca una alfombra en un suelo). Marco en un doble sentido además, especialmente cuando pensamos en standards: de nuevo, hay una melodía, conocida además por todos, con una determinada construcción armónica, pero que tampoco (como no lo hace la estructura tripartita), y aun en realidad proveyendo la forma, determina la misma. Al revés, la abre, permite que aparezca, se hace y se produce al miso tiempo que se usa, en su praxis: es decir, volvemos para subvertirlo (¿podríamos decirlo, con Deleuze, para invertirlo?) al viejo orden platónico donde la preeminencia de la khresis sobre la poiesis se transmuta en la creación mediante la práctica (sí, la praxis de Aristóteles). O algo parecido. La forma del trio y de la canción, dada a priori, devienen sin embargo creaciones a posteriori al desarrollarse como música improvisada y fundamentalmente como inter-relación (interplay dirían los americanos) entre los tres privilegiados miembros, en cierto modo chamanes (¿Acaso la musa aún sigue soplando?) pero en cierto modo, también, destructores de simulacros: sus imágenes, que dependen del uso, de la práctica son, en este sentido platónico, buenas. Remito desde luego a Esto no es música de José Luis Pardo para estos temas de la inversión del platonismo, y a la escucha de esas grabaciones magníficas (y no, no es un contrasentido grabar el jazz: el testimonio es la forma de la imagen definitiva) . JV.
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