domingo, 19 de julio de 2009

Asuntos internos


Sobre el estado de la profesión. Sobre el ejercicio de la profesión. Sobre el estado de la disciplina, sobre el ejercicio de la disciplina. Profesión como una cierta obligación, como unos votos que uno promete y que a uno comprometen. Disciplina como instrucción moral, como sometimiento acaso, disciplina de cáñamo con la que azotar(nos) las conciencias y las ciencias de nuestra pasión, arquitectura.
Hay desde luego un algo menos que velado imperativo moral en las palabras y los términos en que nos referimos, los arquitectos, a nuestro trabajo. Formas y formatos de una actividad, denostada desde siempre, profanada de alguna manera: la actividad de pensar sobre la realidad no en palabras ni en conceptos, sino desde el intimo entrecruzamiento de espacio y tiempo en el lugar, en el dar lugar. Nuestra profesión, acaso como aquella que toman los religiosos (y los moralistas) cuando se someten a una regla, para dinamitarla en su cumplimiento, no consiste sino en una incómoda reflexión sobre el por-venir.
El chiste fácil dice que un señor de Bilbao puede nacer donde le da la gana: el mismo chiste serviría para definir lo que hace un arquitecto: lo que le da la gana. Y según y cómo lo haga, si lo hace desde la disciplina y la profesión moral de una cierta fe, desde luego de una esperanza, es decir: de un pro-yecto, ya será si no arquitectura al menos reflexión de la arquitectura.
Si profanar es traspasar al ámbito de lo humano, al espacio compartido de la sociedad aquello de lo que solo los dioses podían disfrutar, si consiste fundamentalmente en construir un espacio común (el de la polis) en el que restituir al libre uso de los hombres aquello que quedaba secuestrado por los dioses, nuestra profesión es precisamente una profesión de fe en la profanación. Si religión viene a significar sustracción, separación (y no desde luego reunión, en una confundida etimología de religo), será mediante el sacrificio, mediante la disciplina (el instrumento de cáñamo) que los arquitectos operemos en la realidad, sobre la realidad, con la realidad profanada: de los hombres.

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