martes, 11 de septiembre de 2007

Raíces paulinas de Europa

REYES MATE

Babelia 08/09/2007

El judío Jacob Taubes encontró los cimientos religiosos del continente en la Carta a los Romanos de San Pablo. Una teología que legitima una alianza social frente al Imperio Romano y la unidad étnica de los judíos.

"Tiene usted que contar eso a algunos más", suplicaba el nonagenario filonazi, Carl Schmitt, al judío de izquierdas Jacob Taubes. Lo que tenía que contar era la clave de por qué Occidente se había embarcado desde el siglo IV en entender la política como una confrontación entre amigos y enemigos. Esa clave era una discutible interpretación de la Carta a los Romanos de un tal Pablo de Tarso.

Jacob Taubes, un autor desconocido en España pero que fue, junto a Marcuse, el referente de los estudiantes berlineses de 1968, buscaba las claves de la crisis política de Europa en las raíces religiosas. Eso le había llevado a interesarse por la figura de Pablo, auténtico fundador del cristianismo y caladero privilegiado de los grandes temas de la cultura occidental: concepto de universalidad, relación entre ley y libertad, conciencia de que el tiempo es un bien escaso, etcétera. Seguía en esto la pauta de los grandes pensadores de Europa -los Agustín, Lutero o Nietzsche- y se adelantaba a lo que hoy hacen Agamben, Badiou o Zizeck.

¿Y qué es lo que veían en Pablo de políticamente decisivo? Su concepción del tiempo o, dicho en términos paulinos, la dimensión apocalíptica del mundo, esto es, la conciencia de que tanto el hombre como el mundo tienen un tiempo limitado. Eso es lo que unía al revolucionario judío y al ultraconservador católico. Uno y otro extraían sus consecuencias políticas del mismo principio aunque interpretado en sentido opuesto. Para el católico Schmitt, si el mundo tiene un término la política consiste en aplazarle, asentarse en lo que hay y posponer al máximo la llegada del final que será el momento del caos. Al caos se le combate con el orden y la negación de todo lo que invite a alterar la marcha de la historia. Para el judío Taubes, por el contrario, lo que procede es anticipar el final, es decir, vivir el presente teniendo en cuenta la promesa de realización final. Europa se ha construido desde la opción conservadora y eso explicaría el prestigio de las teocracias y la mayoría de las políticas seculares celosas del orden establecido y sordas a la idea de que los recursos del mundo son limitados.

Las interpretaciones son tan dispares que un Carl Schmitt enfermo ruega a su permanente rival que le visite, algo que Taubes había evitado por la significación política del famoso jurista. Esta vez acude. Durante tres días desmenuzan la Carta a los Romanos hasta que Schmitt entrevé la luz. La lectura judía que hace Taubes de Pablo ilumina con otra luz los dos problemas políticos que han torturado a Europa: en primer lugar, que la versión católica, reaccionaria, de Pablo no se sostiene. Pablo tiene desde luego que elaborar la frustración que supuso el hecho de que la parusía, la vuelta inminente del Mesías, no tuviera lugar, pero no traduce esa frustración por renuncia al cambio radical de lógica política. Lo que tiene claro es que el Mesías no volverá como Supermán sino como resultado de un cambio interior. Nada que ver con el miedo católico al final. Y luego está lo del amigo-enemigo. Schmitt reconoce que se ha inspirado en Romanos 12. Ahí se habla del nuevo Israel, abierto a todos, es decir, universal. Es una universalidad rara porque excluye mucho. De ella no forman parte, en efecto, los "enemigos", es decir, los judíos. Esa universalidad excluyente es lo que inspira su definición de la política como enfrentamiento entre "amigos" (que son los de la propia comunidad) y los "enemigos" (que son los que quedan fuera, es decir, los de otra comunidad). Taubes le hace ver cómo eso no se sostiene porque esos "enemigos" son reconocidos al mismo tiempo como la raíz o el resto sobre el que hay que construir la universalidad no excluyente. Cuando el análisis político se agota en encuestas, he ahí un pensador provocador que convoca a la escatología mesiánica para extraer de ella recursos para la política.

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