domingo, 30 de noviembre de 2008
Bajo la cúpula
Yo no sé si me gusta o no me gusta la célebre cúpula de Miquel Barceló. Carezco de ese agudo sentido estético, cercano a lo adivinatorio, que permite a tantos de mis contemporáneos juzgar una obra de arte en virtud de algunas fotos y del color político del gobierno que la ha encargado. Incluso me pregunto si entre las tareas de un gobierno, en los tiempos que corren, se cuenta la de elegir a discreción a un cierto pintor y no a otro, y gastarse en el encargo al menos ocho millones de euros, sin un debate público previo. Hablar de dinero es mezquino cuando se trata de un artista de esta categoría, y de esta cotización internacional, nos dicen. Nos lo dicen personas que sí hablarían de dinero si el gobierno que ha encargado la obra fuera el del partido al que ellas no votan. En España, la indignación moral es tan previsible como la emoción estética. Sabemos quién se va a rasgar las vestiduras porque medio millón de euros salgan de los fondos de ayuda al desarrollo con la misma certeza con la que sabemos quién va a emocionarse con la cúpula de Miquel Barceló. La cúpula en sí, o la ayuda al desarrollo, no le importa a nadie: si esa misma cúpula la hubiera encargado el gobierno del otro partido, los mismos que ahora se quedan embobados ante ella sin haberla visto más que en fotos la encontrarían cuando menos discutible, y las denuncias valerosas contra el despilfarro de un dinero que debería haberse empleado en alimentar a los pobres del mundo se multiplicarían en columnas justicieras.
Yo no sé si el trabajo de Barceló vale los seis millones de euros que según dicen ha cobrado por el encargo. Todo necio, ya sabemos, confunde valor y precio, y los precios del arte están tan sometidos a la especulación como la vivienda. En las subastas de este otoño en Nueva York, cuadros que el año pasado se habrían vendido por decenas de millones de dólares no han encontrado comprador o han caído a la mitad de su precio. Aquí no reparamos en gastos. Ni de dinero ni de palabras. Por lo pronto, y en el espacio de unos días, la cúpula de Barceló ya se ha convertido en la Capilla Sixtina del siglo XXI, y está a la altura de la capilla de Mark Rothko en Houston o de las cuevas de Altamira, según las fuentes. En mayo del año pasado, en Sotheby's de Nueva York, se pagaron obscenamente 72,8 millones de dólares por un cuadro de Rothko en cuyo título había ya una delicadeza prometedora de haiku: White Center (Yellow, Pink, and Lavender on Rose). Si un Rothko, con sus rosas y lavandas desleídos, costaba esa cantidad demencial hace año y medio, ¿quién va a quejarse del precio de un Barceló de más de mil metros cuadrados en el que se han empleado treinta y cinco mil kilos de pintura?
Siendo dinero público, y dinero público de un país de tan endeble presencia internacional como España, las comparaciones resultan algo menos estratosféricas. Ocho millones de euros es más de la mitad del presupuesto que tendrá el año que viene la Seacex, que es la agencia estatal dedicada a organizar exposiciones de arte español en el extranjero; ésa es la misma cantidad que dispondrán en 2009 para sus programas culturales la totalidad de los 72 centros del Instituto Cervantes; y no quiero pensar en las asignaciones literalmente miserables que manejan las embajadas y consulados españoles en las grandes capitales del mundo, y que para lo más que dan es para alquilar una pequeña sala de conciertos o para contribuir con unos cientos de dólares al programa de una exposición. Algunas veces se oye la opinión triunfalista de que la presencia cultural francesa en el mundo está en declive, porque el francés tiene mucho menos empuje que el español, como si el azar demográfico del número de hablantes de nuestro idioma tuviera algo que ver con la visibilidad internacional de España. Pero basta comparar, en cualquier capital de Europa o de América, el porte de los centros educativos y culturales franceses con el de los españoles para despertar a la realidad y hacerse una idea inmediata de la triste posición que ocupamos, acerca de la cual se aprende también algo si se compara el número de diplomáticos españoles con el que disponen no ya Francia o Alemania o el Reino Unido, sino países como Holanda o Dinamarca.
Por encima de sus triviales diferencias, tan entretenidas al parecer para los periodistas, la casta política española tiene un gusto común por el mangoneo clientelar y las exhibiciones suntuarias. Durante los años prósperos han despilfarrado la riqueza que hubiera debido invertirse en dar un fundamento sólido de instrucción pública, justicia social y dinamismo económico al país, pero ahora que vienen tiempos de quebranto, ellos siguen tirando el dinero en sus caprichos megalómanos y en sus redes corruptas de control e influencia como si la crisis no existiera y como si la ciudadanía no fuera a pedirles cuentas nunca. Pero la ciudadanía parece haberse contagiado de la intransigencia de unos y otros, o de los Hunos y los Otros, como decía el pobre Unamuno al final de su vida, y el espacio para la libertad de conciencia y para el soberano criterio personal se va volviendo cada vez más estrecho: si yo pongo en duda la conveniencia de gastar ocho millones de euros en una cúpula para que se hagan fotos debajo de ella un cierto número de autoridades, me habré vuelto instantáneamente de derechas; y si en lugar de eso me declaro en éxtasis ante las estalactitas de colores chillones de Miquel Barceló, eso significará, ante los Hunos y los Otros, que estoy a favor de la alianza de civilizaciones, de la igualdad de género, de las energías renovables, del cine español, que me indignan los chanchullos inmobiliarios de los ayuntamientos del PP, pero no llego a enterarme de los que cometen los ayuntamientos socialistas...
No me da la gana. No quiero que mi pensamiento me lo estén dictando a cada paso los vigilantes voluntarios de un sectarismo político del que ya no están a salvo ni las opciones más personales de la vida. No acepto el dictamen casi amenazante del titular de este mismo periódico: "El arte de Barceló acalla las críticas". El arte no está para acallar las críticas sino para alentarlas. Llevo muchos años observando con mucha atención el trabajo de Miquel Barceló, y muchas veces me ha entusiasmado, y otras, sobre todo en los últimos tiempos, me ha parecido mucho más inventivo en las acuarelas y en los dibujos que en las obras de gran formato, en las que he intuido un cierto agotamiento de la inspiración, atemperado por el oficio. El mismo derecho tengo a que me guste esa cúpula como a que no me guste, y también a poner por encima del juicio estético una convicción política. Seguro que había cosas más urgentes en las que gastar todo ese dinero. En cuanto a las comparaciones con la Capilla Sixtina, quizás sería prudente esperar uno o dos siglos.
ANTONIO MUÑOZ MOLINA 29/11/2008 babelia el país
miércoles, 19 de noviembre de 2008
Las muertes : del Pabellón de Barcelona
Siempre en un doble movimiento, lo que proponemos hacer es una lectura, una interpretación de una obra de arquitectura en particular, de un autor en particular (El Pabellón representativo que el arquitecto Mies van der Rohe proyectó y construyó para la Exposición Internacional de Barcelona de 1929), y de esta manera también de la arquitectura en general e incluso de la arquitectura como pensamiento en general (y en un sentido que se tratará, precisamente, de ir precisando), desde, como ahora se anuncia, y si es que se puede decir así, la deconstrucción, básicamente desde la deconstrucción derridiana si tal cosa existe.
Para ello nos apoyaremos fundamentalmente en las imágenes, en las fotografías antiguas y modernas del pabellón, por tanto introduciendo una tercera reflexión sobre la fotografía, leyendo a Derrida y Barthes en paralelo, y ambos, claro, en paralelo con Mies. Varios paralelos, que, además, y precisamente por serlo, no hacen sino cruzarse entre sí. Paralelos de antiguos y modernos, que no hacen sino mostrar las muertes y resurrecciones del pabellón en cada mirada que sobre sus fotografías (su ¿realidad?) arrojamos.
jose vela
la farmacia de platón : siete
7.
El siguiente paso de Derrida nos lleva al centro a mi modo de ver del texto. Y es que (p.162), ¿no es también el esfuerzo de los sofistas el de ejercitar la me-moria? Platón, dice Derrida, se apropiará de esta aseveración para, como siem-pre, darle la vuelta. “Habrá —dice Derrida— que reconocer minuciosamente el paso de la frontera”. Y en esas estamos, porque es el paso en que, como antes ya se apuntaba, se integra la cuestión de la escritura en la filosofía platónica: el problema al que apunta Platón no es al de la sustitución de la escritura por la memoria, sino al de “la sustitución de la memoria viva por el resumen ayuda-memoria, del órgano por la prótesis”.
El límite entre interior y exterior no separa tanto al habla de la escritura como a la memoria como desvelamiento, por lo tanto memoria de verdad de la re-memoración (y lo escribe Derrida con guión) como repetición del monumen-to: es decir, la verdad y su signo. “El exterior no comienza entonces en la jun-tura entre lo físico y lo psíquico, sino en el punto en que la mneme, en lugar de estar presente en sí en su vida, como movimiento a la verdad, se deja suplantar por el archivo, se deja expulsar por un signo de re-memoración y de con-memoración”. El espacio de la escritura se abre de esta manera en la diferencia entre mneme e hipomnesis, “El exterior está ya en el trabajo de la memoria” (p.163). La memoria sin embargo tiene un límite, y es en este límite donde apa-rece la contaminación con la hipomnesis, donde el efecto perverso del fármaco comienza a operar: por mucho que Platón lo intente, la memoria siempre se contamina del exterior, siempre necesita signos “para acordarse de lo no pre-sente con lo que necesariamente tiene relación.”
Aparece aquí la lógica del suplemento, de esa hipomnesis que aun pareciendo lo opuesto a la memoria sin embargo es necesitada por ésta dado que tiene, desde el principio, unas limitaciones en el movimiento de cubrir las cuales se infiltra este fármacon de la escritura (lo que lleva entonces al conocido movimiento en que si el suplemento, la copia, se hace pasar por original, hará falta de nuevo un suplemento del suplemento etc.).
Así, siguiendo un conocido razonamiento que hace alusión a Freud, dice Derrida en la pag. 166: “1. La escritura es rigurosamente exterior e inferior a la memoria y al habla vivas, a quienes por lo tanto no les afecta. 2. Les es perjudi-cial porque las adormece y las afecta en su propia vida, que sin ella estaría in-tacta. No habría vicios de memoria ni de habla sin la escritura 3. Además, si se apela a la hipomnesis y a la escritura, no es por su valor propio, es porque la memoria viva es finita, porque ya tenía huecos antes incluso de que la escritura dejase en ella sus huellas. La escritura no surte ningún efecto en la memoria.”
Esta oposición mneme—hipomnesis, entre memoria y suplemento regu-lará el sentido de la escritura en Platón, y se unirá al resto de oposiciones es-tructurales de su sistema. Y en ambas se hablará de la repetición, a ambos lados del por otro lado sutil límite: el movimiento de la memoria viva que repite la presencia del eidos original, lo verdadero como lo repetido de la repetición (lo que configuraría la dialéctica) del lado de la mneme; en oposición la repetición del significante, el representante, el imitador del lado de la hipomnesis (lo que llevará al despliegue de la sofística).
§5—EL FARMAKEUS
Apuntado ya al final del parágrafo anterior, se comienza a investigar, a seguir nuevos hilos textuales en torno al acepción de farmakeus como mago, brujo e incluso envenenador en este siguiente parágrafo. Y aparece entonces la figura de Sócrates con el rostro del farmakeus. Es el nombre que da Diotimo a Eros, y dice Derrida, “pero bajo el retrato de Eros no se puede dejar de reconocer los rasgos de Sócrates”.
La mántica, la magia socrática se opera mediante las palabras, voz des-nuda, sin accesorios. Atrae a la gente, hechiza a los hombres, actúa también conmo ponzoña y mordedura, “penetra para apoderarse del alma en la interio-ridad más oculta del alma y del cuerpo.” (p.177). Sócrates detenido al final co-mo brujo.
—y aquí se intercala un epígrafe II que alude, como la resonancia de la palabra fármacon en Platón, al epígrafe I iniciado al comienzo del texto—
miércoles, 12 de noviembre de 2008
la farmacia de platón : 5 : 6
5.
Pasa Derrida a continuación a desvelar cómo el fármacon, aun traducido como remedio, nunca puede ser un buen remedio: por una parte por ser algo siempre doloroso; por otra por ser artificial y, por tanto siempre exterior (así en el nivel digamos farmacológico, pero también con respecto a la palabra, pues es exte-rior a ella). Desde este punto se comienza un largo despliegue en torno a ese doble efecto del fármacon: lejos de acrecentar el saber, como dice el rey, lo re-duce, y aparece entonces la siguiente propisición: el fármacon en vez de rela-cionarse con la mneme, con el verdadero recuerdo o sabiduría, lo hace solo con la hipomnesis, un mero recuerdo formal (aparecen aquí insinuadas, entonces, de nuevo las cuestiones en torno a la mimesis, a la mera copia y al simulacro). Sigue a esto una lectura de dos textos, del Timeo (centrada en lo farmacológi-co) y del Fedro (la respuesta del rey), en que se muestra esta multiplicación (o inversión) de efectos de lo negativo operada por el fármacon (p. 149).
6.
Y como aparece en la p.156, si el fármacon es nefasto es porque no es de aquí. Es extranjero al ser vivo, exterior: “las huellas de la escritura no se imprimen en hueco sobre la cera del alma”, sino que se confían a algo exterior, algo que esta fuera: los tipos, que son también las huellas y las letras aparecen como una inci-sión en el afuera, en una tablilla de cera. La memoria podrá entonces adorme-cerse, Lethe invadirá y tragará su presencia, memoria y verdad se verán perdi-das, entendiendo que aletheia y mneme caminan unidas. A partir de ahí, la es-critura “mima en su tipo a la memoria”, es decir, no es sino copia del saber, de la verdad: de ahí que los hombres de letras aparezcan no como sabios sino co-mo supuestos sabios: es de nuevo el sofista, el imitador del que sabe ( y es, tam-bién, claro, de nuevo, la requisitoria de Sócrates a Lisias en el Fedro).
José Vela Castillo
sábado, 1 de noviembre de 2008
la farmacia de platón : 4
4.
Comienza el juego: Theuth presenta la escritura como un fármacon a Thamus, rey de Egipto. Y la idea inicial que uno extrae es que, conocida la ambivalencia de la palabra que puede significar a la vez remedio o veneno (y que además se relaciona con la magia), la escritura se presenta inicialmente como remedio. En-seguida nos damos cuenta, sin embargo, que esto no es tan claro para Platón: como dice Derrida, “por una parte Platón tiende a presentar la escritura como un poder oculto y por consiguiente sospechoso” y aparece una primera referen-cia a la pintura y a la técnica de la mimesis ya conocidas como igualmente sos-pechosas (así como una a la cuestión de los hechiceros y de la mántica y por tanto a los poetas); por otra parte, “la réplica del rey supone que la eficacia del fármacon puede invertirse: agravar el mal en vez de remediarlo” (p.145). En esta dialéctica (si es que podemos llamarlo así en este contexto) se va a seguir moviendo el texto de Derrida. Pasaremos así revista a las relaciones con la mí-mesis, hablaremos también de los magos y hechiceros, y se seguirán nuevos hilos sobre esta trama en torno al agravamiento que produce el fármacon.
Es importante lo que apunta Derrida a continuación: hay una cierta as-tucia (metis) en la propuesta de Theuth, que intenta hacer pasar por remedio lo que es veneno, cierto intento de dejar en mejor lugar su invento: esto, que ine-vitablemente se pierde en la traducción, hace aflorar sin embargo una conocida técnica de escritura en Platón, que llama Derrida anagramática, y que pone en juego las posibles resonancias de la misma palabra en diferentes contextos, y que en última instancia habla en Platón de un cierto paso y de su interrupción entre valores contrarios: un necesario efecto de lo que llamamos platonismo, dice Derrida. Es decir, que resulta fundamental este estudio de aquello que rompe con una “lógica intolerante al paso entre dos sentidos contrarios,” y que es propiamente el fármacon pues si, como dice Derrida, “se confirma nuestra lectura” este fármacon desborda una simple dialéctica o alternancia de los con-trarios (y se podría emparentar por ejemplo con el estudio en el Sofista del paso entre ser y no ser).
josé vela castillo
conferencias : la imagen
ESTÉTICA Y POLÍTICA: EL MALESTAR EN LA IMAGEN
(3-4 Y 5 DE NOVIEMBRE DE 2008)
DÍA 3
MAÑANA
10,00 H
APERTURA DEL ENCUENTRO: Sr. Vicerrector de Cultura, Sr. Decano de la Facultad de Filología, Sr. Decano de la Facultad de Filosofía, Sr. Agregado de Cultura de la Embajada de Francia (Pendiente de Confirmación)
10,30 – Moderador JOSÉ ANTONIO MILLÁN. Universidad Complutense
JEAN GALARD. Filósofo y Escritor.
Lo trivial y su representación
11,30
JEAN MARC CHOUVEL. Universidad de Reims
Los monstruos fríos. Imagen y música en época de capitalismo avanzado
12,30
Pausa
13,00
JULIÁN SANTOS. Universidad Complutense
La catástrofe de Medusa.
TARDE
17,00 H
ARTHUR THOMASSIN. CNR
Viaje en el espejo. Escribirse y comunicarse en el espejo del tiempo.
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MARTES, DÍA 4
MAÑANA
10,30 – Moderadora AURORA CONDE. Universidad Complutense
ROBERTO SALIZZONI. Universidad de Turín
Imágenes que administran el tiempo
11,30
CATERINA MARRONE. Universidad de Roma, La Sapienza
Los dibujos ocultos de Leonardo da Vinci
12,30 PAUSA
13,00
FIORELLA BASSAN. Universidad de Roma, La Sapienza
La Colección Prinzhorn. Descubrimiento, recepción y expropiación del arte de la locura.
TARDE
17,00H
FERNANDO RAMPEREZ. Universidad Complutense
De la obscenidad
18,00H
PILI RODRIGUEZ (fotógrafa) y MARIFÉ SANTIAGO (escritora)
El despertar de los fósiles.
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DÍA 5
MAÑANA
10,30
Moderador JAVIER DEL PRADO. Universidad Complutense
IVANKA STOIANOVA. Universidad de París 8
El malestar en música: Lenz y Artaud en la obra de Wolfgang Rihm.
11,30
ANA MARÍA LEYRA. Universidad Complutense
Desnudo/vestido. La imagen síntoma y la construcción del imaginario
12,30 PAUSA
13,00
JEAN CLAUDE LÉVÊQUE. Universidad de Turín
Ley, imagen y representación: la apuesta filosófico-jurídica de Pierre Legendre.
TARDE
17,00
FRANÇOIS SOULAGES. Universidad de París 8
El malestar en la fotografía
ORGANIZA: GRUPO DE INVESTIGACIÓN COMPLUTENSE LA EUROPA DE LA ESCRITURA
COLABORAN: FACULTAD DE FILOSOFÍA. DEPARTAMENTO DE FILOSOFÍA IV. DEPARTAMENTOS DE FILOLOGÍA FRANCESA Y FILOLOGÍA ITALIANA. EMBAJADA DE FRANCIA