miércoles, 12 de noviembre de 2008

la farmacia de platón : 5 : 6


5.
Pasa Derrida a continuación a desvelar cómo el fármacon, aun traducido como remedio, nunca puede ser un buen remedio: por una parte por ser algo siempre doloroso; por otra por ser artificial y, por tanto siempre exterior (así en el nivel digamos farmacológico, pero también con respecto a la palabra, pues es exte-rior a ella). Desde este punto se comienza un largo despliegue en torno a ese doble efecto del fármacon: lejos de acrecentar el saber, como dice el rey, lo re-duce, y aparece entonces la siguiente propisición: el fármacon en vez de rela-cionarse con la mneme, con el verdadero recuerdo o sabiduría, lo hace solo con la hipomnesis, un mero recuerdo formal (aparecen aquí insinuadas, entonces, de nuevo las cuestiones en torno a la mimesis, a la mera copia y al simulacro). Sigue a esto una lectura de dos textos, del Timeo (centrada en lo farmacológi-co) y del Fedro (la respuesta del rey), en que se muestra esta multiplicación (o inversión) de efectos de lo negativo operada por el fármacon (p. 149).

6.
Y como aparece en la p.156, si el fármacon es nefasto es porque no es de aquí. Es extranjero al ser vivo, exterior: “las huellas de la escritura no se imprimen en hueco sobre la cera del alma”, sino que se confían a algo exterior, algo que esta fuera: los tipos, que son también las huellas y las letras aparecen como una inci-sión en el afuera, en una tablilla de cera. La memoria podrá entonces adorme-cerse, Lethe invadirá y tragará su presencia, memoria y verdad se verán perdi-das, entendiendo que aletheia y mneme caminan unidas. A partir de ahí, la es-critura “mima en su tipo a la memoria”, es decir, no es sino copia del saber, de la verdad: de ahí que los hombres de letras aparezcan no como sabios sino co-mo supuestos sabios: es de nuevo el sofista, el imitador del que sabe ( y es, tam-bién, claro, de nuevo, la requisitoria de Sócrates a Lisias en el Fedro).
José Vela Castillo

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