viernes, 28 de enero de 2011

in-venir




El pensamiento ha de ser acontecimiento, una invención en la lengua, y consecuentemente, ha de ser en cierta medida poético. Un acontecimiento de la lengua es una invención poética.
JACQUES DERRIDA


Invención es hallar o descubrir algo nuevo o no conocido, es donde antes no había nada que ahora haya: no solo un edificio, no solo una red de relaciones políticas y una apertura al evento de las fronteras, también un proyecto de arquitectura, siempre apertura renovada, herida que no puede cerrarse. Es una cuestión de diferentes tiempos, de los tiempos de la invención y de la presencia y de la ausencia (aún no, pero también ya no) y de la creación, de la posibilidad o no de la originalidad y lo originario, de la poesía en tanto que creación, de la arquitectura en tanto poesía, de la arquitectura en tanto creación (y del proyecto). No solo hay un momento (con todo lo problemático que es esto) de invención en la labor del arquitecto cuando proyecta, o incluso cuando se introducen cambios durante el proceso de ejecución, sino que, además, la arquitectura, ya construida, cuando se habita, se vive, se mantiene abierta a la invención, a la constante reinterpretación de su función y de su sentido, a su descubrimiento y re-creación constante, al lanzamiento a una posibilidad siempre renovada. Es esa apertura. Más: el proyecto es invención, y esto es independiente de la arquitectura que lo construye. Después de la arquitectura, durante, el proyecto sigue siendo proyecto, no se anula en ella. Inventa. Trae.
Invención o invenir (del latín invenire, si bien invenir como tal es palabra que existe en español), hallar o descubrir, acción activa que de alguna manera trae el presente, hace venir (in-venir) un cierto por-venir: la arquitectura como in-vención es una posibilidad del por-venir. Un espera activa: una activación de la espera.
Invención de (la) arquitectura no es algo que se hace (o que se hizo) de una vez por siempre, en un momento datable y datado (por ejemplo: Vitrubio y la geometría), es algo que se hace constantemente, la arquitectura siempre está (in) viniendo, nunca esta (ya) dada de antemano. No se hace la arquitectura en particular, sea el edificio o la ciudad de una vez para siempre, está en constante movimiento ficcional, en constante fuga, en revisión constante, siempre en renovación la escena (y no solo sus personajes). Una escena y su representación. No un telón que corta y divide lo que se representa del mundo real (que se vuelve a retomar en el espacio tras la escena), sino un escenario sin telón, un teatro griego (o el teatro universal de Gropius), no un espejo que nos constituye al reflejarnos, sino al mostrar lo otro. La arquitectura ya poblada por sus propios personajes (y sus personajes son ahora fantasmas, vienen de otro tiempo, advienen o invienen de otro espacio que es el mismo), sus puertas y ventanas, sus columnas y soportes, muros y cubiertas, sus pasos y sus estancias, sus barreras y sus límites: la experiencia siempre de cruzarlos, de estar siempre en un espacio ya poblado, en una representación sin presentación, en un doble lugar donde, también, se muestra nuestro propio drama. O tragedia.
¿Es posible la invención? ¿es posible hallar o descubrir o es siempre en gran medida un reencontrar? ¿Hay, se da la invención? La in-posibilidad de la invención pasa por la posibilidad de la pre-visión: si somos capaces de prever un espacio desde el proyecto, si la propia arquitectura ofrece un espacio abierto tanto al porvenir de lo que aún no es como de lo que ha dejado de ser, ¿queda espacio para que algo nuevo surja? Acaso toda arquitectura en su infinita invención no sea sino la materialización de una infinita pre-visión (de un cuidado, también). Y por tanto, sin nada que hallar, pues habría sido hallado ya en el origen. Eso sí, en un origen más allá del origen, del origen del proyecto y de la arquitectura. Más allá y más acá, pues acaso este origen solo es perceptible después. Ya que no deja de ser un origen, como todo origen, imposible, fugado.
Porque, ¿cómo podemos saber de la originalidad de la invención? Si lo que se inventa, es decir, lo que se descubre o halla, lo que se ficciona y se in-viene, se trae de alguna manera a presencia, es algo nuevo o no es la clave, también, acerca de su posibilidad. Pues de otra manera no sería un in-venir, sino re-venir (donde resuena un sueño y un fantasma, la lengua francesa). Si la invención implica originalidad, lo nuevo, ¿cómo sabemos cuando esto viene, cuando lo que inviene es algo nuevo, original, por tanto punto de partida y no de llegada? ¿existe, de hecho, lo original? ¿no habíamos convenido en que el origen había quedado deconstruido, que había un movimiento de la huella (y de la ceniza que resta) que desbarataba toda seguridad en un origen?
Hay siempre en la invención una estructura previa, un camino que prepara el camino, un advenimiento antes del advenimiento. La invención es esperada, aunque no sepamos cuándo, dónde. La invención supone una promesa, una promesa ante la propia arquitectura. Hay una genealogía de la invención, hay un padre (y acaso una madre) aunque es posible que sólo surjan, que sólo se vean después. Hay en la invención invención del otro, de lo Otro: mejor, por lo Otro, en su reconocimiento, en su venida. En su promesa.
Finalmente: hay también repetición en la invención, hay retorno, puesto que hay espera de un por-venir. Siempre hay un ya visto, un entrevisto, que se presenta en esa invención, siempre hay una arquitectura que ya estaba en la invención de la arquitectura. Acaso siempre repetimos el mismo gesto, y acaso sea baldío...

Postscriptum
La invención de la arquitectura también es una invención poética. Porque la arquitectura es dar lugar al acontecimiento. Porque la arquitectura es, también, pensamiento.

Publicado en 4D 1 / FADA
Pontificia Universidad Católica. Quito. Ecuador
Imágenes: Pablo Román, arq.

José Vela Castillo

No hay comentarios: