sábado, 2 de febrero de 2008

Ipek

Nieve a primera hora de la mañana, pensaba, y no sabía lo que le esperaba, apenas unas horas, apenas, pero es que a duras penas, y la letanía no paraba, un mito parece caer cuando su base es mayor que su altura, pero esto no es ni mucho menos un mito. En fin. la nieve recordaba la presencia de las bolitas de corcho blanco, la maqueta se iba expandiendo, no sólo en la pantalla, claro, sino por toda la mesa, e invadia, desde su minúscula escala, todo. Proyectar, se decía, como en Kars, y es esa imagen descoyuntada de K en Kars, qué gracioso, en esta kakania casi contemporánea (y más oriental que el oriente), el recuerdo de los poemas alemanes también, la nieve, como en Los Climas (recuerda, acaso profesor de arquitectura, tus fotografías: orden), era un esfuerzo sobrehumano: proyectar, como en un cinematógrafo... Estudió arquitectura, y además pintaba su Estambul, y quizás por eso la construccion de sus novelas es tan arquitectónica, tanto como la nieve que invade los ojos de Ipek cuando, finalmente, siente en sus venas la traición y decide no consumarla, el tren parte, aparte, excluyendo una felicidad imposible desde antes de proyectarse. O hacerlo a su manera. Me extraña cómo se dota de intencionalidad a las cosas más nimias, excusatio no petita, accusatio manifiesta se suele decir, latín leguleyo y pseudoculto, oratoria de lo inexistente, resortes desconocidos de un poder extinguido, la nieve bloqueaba los pasos de la carretera, las vias del olvidado tren, el aeropuerto, y sólo la filmación de la telenovela seguía su curso, fiel a la vida misma, eterna. Eso pensaba mientras la buscaba, mientras seguía el fulgor de unos ojos que, por momentos, parecian apagarse. El porvenir, pensaba, ha de ser otro cosa que esperar su venida, su imposible llegada, siempre pospuesta. Y no, no es que se acusase, es que estaba ya condenado. Concursos, concursos, concursos, anónimos y secretos, ¡qué traicioneros sois! pensaba, y las lágrimas afloraban, húmedas, calientes pero heladas en sus ojos renegridos, en sus pulmones de alquitrán, en el barro de su memoria. Todo va a cambiar, estoy seguro, pero todo cambio es a peor, pues siempre se repetirá. Y mientras, en la Knaackstrasse Fonty y su sombra de noche y dia, y sí, claro, Yes. Regino O. Fontane

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