sábado, 18 de octubre de 2008

la farmacia de platón : 1


la farmacia de platón del 4 al 6

§4—EL FÁRMACON
§5—EL FARMAKEUS
§6—EL FÁRMACOS

1.
Al inicio del texto “La farmacia de Platón” coloca Derrida una breve introducción, que como en él es habitual hace las veces de pórtico pero también de resumen y de conexión con otras partes de sus tex-tos o digamos de su filosofía. Dice:
“Un texto no es un texto más que si esconde a la primera mirada, al primer llegado la ley de su composición y la regla de su juego.” Lo que desde luego, leído el texto, parece claro. Así que una primera afirmación llevaría a la aparentemente tautológica aseveración de que en efecto el texto de Derrida es un texto, que se esconde a una primera mirada (o a una mirada superficial, si bien también es necesaria una mirada superficial, y de ello se hablará en el dis-currir del escrito, una mirada sobre el texto que por una parte capte su unidad o su presencia, si se puede hablar así, como imagen, y por otra parte que se quede de alguna manera en la superficie, por tanto en el límite entre lo exterior al texto y lo interior al mismo, cuestiones sobre las que Derrida luego se va a explicar).
Pero a continuación uno sospecha que ésto, ese ocultamiento o veladura de la “ley de su composición” y la “regla de (su) juego” (y esta cuestión del jue-go ocupará precisamente las páginas finales de todo el texto) ocurre o ha de ocurrir siempre, en cada texto o en cada escrito, y por el mero hecho de ser es-crito. Así, continua Derrida, “La ley y la regla no se esconden en lo inaccesible de un secreto, simplemente no se entregan nunca, en el presente, a nada que ri-gurosamente pueda ser llamado una percepción”. Como es habitual en él, que-da fijada desde el inicio la posición sobre la escritura: el sentido no se entrega en el presente básicamente porque no hay algo que podamos llamar sentido y presente en sentido propio (y esta cuestión del sentido propio y del sentido fi-gurado, luego de la metáfora, es otra de las posiciones que atraviesa este y to-dos los textos de Derrida, quedándonos ahora con la palabra texto en vez de la palabra pensamiento).
Pero es que además regla y ley, en la escritura, no son algo que se pue-dan dar antes, sino que hacen su aparición en el espacio del propio texto. Si no hay algo como un sentido independiente del texto, si el sentido no se entrega nunca ahora en el presente, es porque hay infinitos sentidos, de modo que además su suma no configura un sentido último y pleno, sino que en cada aho-ra, que no necesariamente es presente, se ofrece un sentido.
Vienen a cuento esta primeras reflexiones porque entiendo que es dentro de ellas que hay que leer todo lo que sigue. A continuación —y estamos aún en la introducción— Derrida inicia un juego entre el texto, el tejido (fisiológico: el texto como organismo) y el textil (la tela: el texto como fabricación), siguiendo a Platón, en como siempre un juego que enmarca a la vez toda su filosofía. El tejido se cose y descose, los hilos de sentido se siguen en el texto, se lee el texto a la vez que se escribe, y se corta el tejido regenerándolo en la decisión de la lectura: decisión de cidere, corte en latín: el texto se abre, se corta el textil para entrar en su interior, su interior que consiste en añadir o seguir hilos propios, en bordar con/en el texto pero a partir de lo que allí estaba: no es un mero jue-go intertextual, sino que es la única posible forma de entrar en el texto, de leer-lo, y esto ocurre siempre, en toda lectura de todo texto siempre que esa lectura y ese texto sean tales. Como bien añade, no hay autorización ninguna a añadir cualquier cosa. Y además, “el es que acopla la lectura a la escritura debe desco-serlas”: es decir, que solo si la lectura es escritura se puede producir esa deci-sión de lectura, ese bordado del hilo, esa resonancia de sentido: solo si entra-mos en el juego, si nos hacemos interiores al texto, podremos seguirlo, hacerlo aflorar, hacerlo exterior.
Y este es, claro, el juego que Derrida aplica a Platón (o a Kant o a Ma-llarmé etc.): pero para dejar claro que se trata no de una crítica textual, una hermenéutica del texto, sino de una mostración de las, llamémosle así, catego-rías filosóficas propias. Corte, huella, fantasma, diferenzia, simulacro.

JOSÉ VELA CASTILLO

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